Salir en moto es una de mis grandes liberaciones, uno de esos grandes regalos que te da la vida. Ojo, que no suene grandilocuente, es tan solo una realidad que para mí llega a ser incluso tangible. Si, por lo que sea, alguna semana ha sido más dura de lo que debiera, ya sea laboral o personalmente hablando, poder rutear durante unas horas en fin de semana me cambia totalmente el humor para bien.
El finde pasado tuve la oportunidad de quedar con un grupo de moteros de mi zona, y otros venidos desde más lejos. Buscamos un punto común y allí nos vimos. Algunos nos fuimos encontrando por el camino. Y dejadme decir que fue genial. En estas ocasiones conozco gente majísima y descubro un montón de modelos de motos nuevas. Así que me vi a mí misma preguntándome si tal vez no debería buscar alguna moto de segunda mano mirando qué hay en webs como Mundimoto.
Me gustan las motos «grandes», ahora mismo voy sobre una 950, y me divierte, me encanta, de hecho, pero creo que para la ciudad sería más cómodo tal vez manejar algo más pequeño, puede que una scooter, y me dispongo a investigar sobre alguna tienda scooters segunda mano. ¿Y si me enamoro de una Vespa? Todo podría ser…
No hay nada como un buen día de sol en moto. A veces, cuando vamos a salir y no tengo claro el destino me digo que no importa, porque lo mejor es el camino. Y si vas en grupo lo mejor es con quién lo compartes. La sensación de compañerismo con otros moteros es infinita. Saber que te acompañan, que te esperan, que si algo sucede estarán contigo es paz.
La liberación que llegas a sentir viajando sobre dos ruedas no se consigue de ninguna otra forma, el fluir, el dejarte llevar y el que no importe dónde vas es una sensación inigualable. Sentir el viento en la cara, ver los paisajes sin nada que se interponga, contemplar el cielo, y apreciar el frío y el calor de una forma real es una manera de saberte más vivo.
Ojo, que tampoco es que me disfrute si hace demasiado frío, eh, si hace mucho frío me pongo varias capas polares de ropa bajo la chaqueta, esto es fundamental. Además, desde que descubrí cómo llevar el pelo largo yendo en moto y que no sea un desastre total al bajarme voy mucho más cómoda.
También está la sensación de felicidad. Felicidad tal cual. No una felicidad pastelosa ni llena de frases motivacionales absurdas, sino efímera, verdadera, que casi se puede tocar y que se identifica con una emoción de estar bien y de agradecimiento con la vida, y ganas de continuar rodando y de que todo siga bien.
Y esos momentos en los que entras en un estado mental en el que no existe nada más que el aquí y el ahora son difíciles de lograr de otra forma. Últimamente las mejores tramas para mis novelas surgen yendo de ruta, así que además de desconectar de todos los problemas del día a día, me veo a mí misma haciendo paradas en cuanto puedo para anotar deprisa todas las ideas, temiendo olvidarme de ellas. Luego es complicado ordenarlas, pero también es divertido.
¿Hará sol este fin de semana?