A punto de comenzar el año 2023 no dejo de observar cómo a mi alrededor casi todo el mundo comparte sus propósitos de año nuevo. Cuentan qué quieren que cambie en su vida en el año que entra, cosas poco definidas a veces como hacer deporte, ver más series o tener más tiempo libre, y algunas muy muy definidas como leer 78 libros, escribir 3 novelas o viajar a 5 países.
Creo que la última vez que hice una lista con mis propósitos de año nuevo fue en 2019, la tienes aquí, madre mía, era muy exhaustiva y concreta… Luego llegó 2020 y nada más empezar el año ya dije que no, que nada de propósitos en 2020. No es que supiera nada de la pandemia que estaba a punto de cambiarnos la vida, nadie se imaginaba algo semejante, pero una voz interior me gritaba que era mejor no exigirme tanto, que relax, Azu. Este es un párrafo de ese post:
Así que mi propósito de 2020 es no proponerme cosas que luego no vaya a cumplir, y que encima me hagan sentir mal por no haber sido cumplidas. Que ya se hará lo que buenamente se pueda.
Y eso hice…
Desde entonces sigo así, haciendo lo que buenamente puedo, proponiéndome no proponerme nada demasiado exigente y, sobre todo, intentando no coartarme a mí misma la libertad.
Bueno, un propósito sí que tengo. Confieso que quiero tenerme más paciencia. Sí, a mí misma. Imagino que muchos de nosotros nos sentimos así, imagino que tú también te riñes a veces y eres poco compasivo contigo, incluso sin notarlo.
Pues voy a intentar que en este 2023 esto termine, o al menos ser consciente cuando me pase. Venga, vale… sí que tengo un propósito, y bien grande que es.
¿Y tú? ¿Te creas una lista de propósitos, como yo hice en 2019 o eres más como mi yo actual, intentando no autoexigirte cositas y buscando tan solo y sobre todas las cosas la paz mental?