azotea

Encerrados en casa, cómo lo llevamos

Ya hemos perdido la cuenta del tiempo que llevamos encerrados, ¿qué más da si son 15 o 20 los días que llevamos en casa? Por ahora sí llevo la cuenta de las veces que hemos tenido que salir.

Hemos ido en todos estos días dos veces a la compra al súper, dos a la farmacia y hemos hecho alguna que otra mini carrera por la escalera para bajar la basura cada muchos días. También hemos ido a la azotea tres veces.

La sensación cuando hemos tenido que salir es la de que algo estamos haciendo mal. Vas por la calle y sientes que eres algo así como un delincuente. No por incumplir ninguna norma, porque las salidas han sido siempre muy necesarias, sino porque sabes que mientras más tiempo estemos dentro menos gente enferma.

Una de las veces en la compra en el súper he visto a gente con bolsas enanas llevándose tres tonterías y, la verdad, cuesta callarse. Pensaba que más o menos todo el mundo sabe que hay que ir a por compras lo más grande que podamos, pero por lo visto no. «Lo que podamos» implica lo que podamos llevar de peso o lo que podamos pagar de máximo. Sin juzgar. Pero no creo que un paquete de galletas sea «lo máximo» para nadie. O una barra de pan. O cuatro tomates.

¿Cómo lo llevamos?

Esta es ahora la pregunta. Soy consciente de que desde fuera de Madrid ven esta zona como cuasi zona de guerra. Yo, como estoy dentro, no me doy cuenta. Por ahora toda la gente de mi núcleo más cercano no está enferma. Por ahora no tenemos síntomas. No deberíamos quejarnos.

Algunos días son mejores que otros. No sé si prefiero un día de solazo añorando salir o un día nublado y con lluvia, y hasta nieve, que también hemos tenido; la lluvia hace querer estar en casa. Anoche Javi bajó la basura a eso de las 11 de la noche. Yo lo vigilé desde el balcón. Estaban cayendo copitos de nieve. Después de subir, desinfectar manos, dejar zapatos en la entrada, etc. me dijo: «me ha encantado salir con la nieve». Creo que fue cosa de un minuto.

Quejas que nos rodean y mis quejas

Las quejas se me están haciendo insoportables. Sé que yo soy la primera que se queja. Cuando hablo con mi madre por teléfono me pregunta siempre «¿cómo estás?», y respondo «harta». Sé que es egoista. Pero estoy harta.

Antes leía mucho twitter, «antes» cuando empezó este encierro. Ahora casi no lo soporto. Por lo visto todos somos expertos en política, economía, pandemias, infecciones y cosas así. Y lo de criticar lo malísimamente mal que lo hace el gobierno y lo estupendamente bien que se podía haber hecho me cansa. ¿No hay nada más de lo que hablar? Yo misma soy de las que, desde el principio, he dicho que desde arriba han hecho mal las cosas. No nos han encerrado a tiempo, las cosas no se han hecho bien. Pero de decir eso y ser conscientes a escribir burrada tras burrada tras burrada sobre quién tiene la culpa de qué, quién ha de dimitir y quién es mucho mejor que quién hay un trecho… diría que no es el momento. ¿Podríamos dejar estas disputas de dos bandos para después?

Igual que os digo esto os digo que me entristece mucho ver la insolidaridad humana. A pequeña escala, con los vecinos de abajo y su música chundachunda a toda leche 8 horas, 9 horas, 10 horas al día, con el mini piso entero vibrando. Sed buenos, si me leéis, tened consideración con la gente que os rodea. No a todos nos gusta la misma música, no todos tenemos ganas de bailar, no todos queremos ruido. La semana pasada una niña vecina tocó la flauta por la mañana tres horas, por la tarde otras tres horas. Y al día siguiente también tocó. Fueron cuatro días. Tocaba sin parar «When the saints go marching in». No habría aguantado con gusto tocar esa pieza tanto rato ni al mismísimo Louis Amstrong. Qué dolor. Ojo, soy maestra de música, no logré entender qué le movía a hacerlo. Maestros que estáis dando clase de música online, una buena recomendación por salud mental para todos sería decir a los alumnos que la flauta máximo una hora al día. Es suficiente práctica. Es mejor para el mundo que los rodea y para ellos.

Mis plantitas, curiosamente, están más bonitas que nunca

Y después de quejarme de la insolidaridad humana me siento mal. Mal por quejarme de que no me dejen «vivir tranquila», ya que podría ser peor, podría estar en el hospital por coronavirus con un respirador. E incluso cosas peores, mejor no las enumero. Al final resulta que yo soy la insolidaria, porque soy la que se queja (mentalmente y en este blog) de cosas de los vecinos mientras el mundo se está yendo a la mierda.

El trabajo

Ahora ya no tengo trabajo. Cada día que pasa echo más de menos a «mis niños». A mis alumnos. Echo de menos enfadarme un poco porque no se saben el texto teatral, reirme a carcajadas con las improvisaciones, bailar con ellos cada día, que me cuenten sus cosas, pensar en los vestuarios y decidir el atrezzo. Echo de menos las pequeñas guerras diarias sobre qué día se representará la obra de teatro, sobre si ese día me gusta o no, nos gusta o no. Porque ahora no hay día de representación ni perspectiva de que vaya a haberlo. Se nos han quedado 9 obras de teatro al 90%. 9 obras de teatro por ver la luz, casi 150 alumnos que no se subirán al escenario. Y es algo pequeño por lo que no debería quejarme ya que mis conocidos actores, amigos actores, mi yo actriz, van a dejar de subirse también a los escenarios y muchos de ellos viven de eso. Algunos viven porque es su único ingreso, otros porque es lo que nos da la vida.

Y mientras pierdo la vida de forma no real, porque sigo viva, me entristezco por entristecerme. Es como cuando te enfadas por enfadarte por algo que sabes que no es lo más importante del mundo y no puedes evitarlo. Este curso no habrá «Liga de los seres fantásticos», «Wonder» ni «Mago de Oz». Tampoco un Jojo reinterpretado de Michael Ende subirá al escenario para hacer que la imaginación vuele.

¿Hasta cuando?

No lo sé. No se sabe. No se va a saber en semanas, ¿meses? Javi, que es de ciencias, mira las dichosas curvas y no ve el futuro muy halagüeño. En la tele, como siempre, nos cuentan lo que les da la gana. Nos dicen que los números son esperanzadores pero en realidad por ahora solo son variaciones pequeñas de una curva que sigue subiendo, con pequeñas oscilaciones, pero sube. No debe cundir el pánico, total ¿para qué? No debemos pensar en ese «hasta cuando» sino vivir más el ahora que nunca. Pero menudo ahora nos está tocando.

Yo, fan absoluta de las películas apocalípticas, estoy viviendo una con vosotros, y no me gusta. No me gusta que sea tan real. No me gusta que no vayamos ni por la mitad. Quiero ya los créditos, que ponga «fin» y recuperar lo que teníamos antes. Ahora pienso cosas como ¿de verdad los viernes por la tarde me quejaba de que salía tarde de trabajar?¿así era yo?¿así éramos?

Estéis donde estéis, os invito a que os deis tiempo para quejaros un poco pero, eso sí, sin olvidar que podría ser peor. Y como os dije el último día: “ki o tsukete kudasai!” (気をつけてください!) – cuidaos mucho, por favor.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.