No quiero abandonar mi blog, por eso a veces vuelvo aquí a plasmar ideas inconexas tal vez, a hablar de todo y de nada, a sentirme en casa. Me pregunto cómo estáis. Ojalá la respuesta sea: «bien».
Quería contar que mi planta de navidad (flor de pascua o poinsettia) está más grande que nunca, eso sí, está verde verde, no sé si lograré que se ponga roja para navidad, pero como por lo visto no suelen durar tanto y la mía ya tiene casi un año entero, que siga viva es una gran noticia, anque sea verde.
Me acuerdo que la compramos un frío día de diciembre del año pasado, finales de 2019.
Íbamos Javi y yo por la calle, veníamos de comer un ramen delicioso, paseábamos, sin rumbo, sin más preocupaciones que las del día a día, cuando pasamos por una floristería de esas de barrio por el centro, y vimos un montón de plantas de navidad. Me acerqué a mirarlas y como siempre había querido una pero nunca me había animado a comprarla él me miró y me dijo: «coge la que quieras, te la regalo». Y me puse tan feliz que no sabía cuál escoger. La trajimos a casa y casi se nos muere, pero le dimos muchos mimos y hoy está que se sale de bonita. Pero verde, no es roja. Miradla, os la presento:

Con esto me doy cuenta de varias cosas. Muchas veces lo teníamos casi todo, como aquel día de paseo que nosotros compartimos. Podíamos caminar por la calle, tranquilos, entrar a cualquier sitio, sin preocuparnos, coger el metro, sin miedo, y no nos dábamos cuenta de la libertad de la que disfrutábamos.
Ahora me lamento de que mi planta esté verde, no roja, porque viene la navidad, cuando en realidad debería estar contenta porque está viva, es enorme y parece sana. ¿Será posible?
Hace años que la navidad tiene para mí un sabor agridulce, porque no estamos todos, y cada veinticuatro de diciembre, durante el día entero, mi humor sube y baja como una montaña rusa.
Alegría por el reencuentro con los que siguen aquí, tristeza por los que no. Alegría porque sale el sol, tristeza porque llega la noche. Encontrarme a ese amigo de la infancia en la esquina de mi casa, las charlas intrascendentes en nochebuena, preparar la comida… Alegría por cualquier mensaje que me escriban, tristeza por los reenvíos. Y esto no es ninguna tontería, a veces alguna persona me escribe después de llevar meses sin hacerlo, sin que sepamos nada uno del otro, en muchas ocasiones desde la navidad anterior, y en la cabecera de whatsapp aparece un texto chivato descorazonador encima del mensaje: «Reenviado». No seas así, no reenvies mensajes en navidad, bueno, por mí no los reenvies nunca, ¿se puede recibir algo más impersonal y más triste? Si puedes escribirme es porque en algún momento nos dimos el teléfono, no somos desconocidos, hay una mínima confianza. Si yo te escribo probablemente será un mensaje en el que ponga algo como «Hola, tu nombre». Eso mínimo. Si no, mejor me quedaré callada y solo me acordaré de ti. Soy muy de acordarme y no escribir ¿será posible?
Esta navidad, que está a la vuelta de la esquina, no es la que nadie querría para este año pero he decidido que bueno, que mejor no me voy a enfadar demasiado ni a ponerme muy triste, solo un poco, porque es mejor pasarla tan bien como se pueda, con esos ánimos arriba y abajo, lejos de mi gente, pero intentando que todos sigamos estando bien, que en la que de 2021 o ¿quién sabe? la siguiente a esa, podamos sentarnos a la mesa los mismos que nos sentamos en 2019. Como petición de año nuevo no está nada mal, aunque ya se sabe, ni las doce uvas a las doce, ni echar anillos de oro al champán son tradiciones milagrosas, porque sé de buena tinta que fuimos muchos los que pedimos en nochevieja que el 2020 fuera un buen año para todos, y oye, muy muy bien no nos han concedido el deseo los hados de la navidad o quien sea que tuviera que encargarse de eso.
Ah, y estoy escribiendo una novela. No solo diciendo que la escribo, estoy de verdad en ello, de hecho diría que pronto la voy a terminar. Estoy deseando poder contar más, pero tendrá que ser cuando esté terminada… y me gustaría mucho que la leyérais, y más todavía que os gustara, que la disfrutárais. Es una novela alegre pensada para liberarnos de tiempos oscuros, al menos en ello estoy poniendo todo mi empeño.
Mientras tanto, os pido un favor enorme, como otras veces: “ki o tsukete kudasai!” (気をつけてください!) – cuidaos mucho, por favor.
Por cierto: ¡está gigante esa planta, qué alegría! No hace falta que se ponga roja, siempre puedes ponerle un poco de espumillón o algún adorno para darle el toque navideño.
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Amigaaa! Qué ideaca! Ahora la estoy sometiendo a un proceso extraño que consiste en ponerla a la pobre a oscuras muchas horas. No sé si funcionará, pero si no, espumillon rojo y listo! XD
Qué sabía eres, amiga!!
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Claro, Amiga, tú acéptala como es, que seguro que así ella es mas feliz. xD
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¡Qué bien escribes, Amiga, qué ganas de leerte y de que todos te lean! ¡Y muerte y destrucción a los mensajes reenviados!
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Gracias amiga, tú, que me quieres bien *_*
Yo también quiero leerte todo el rato!!
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