La conocí en septiembre. La segunda quincena. Estábamos en una ludoteca en el colegio y, cada día, coincidíamos la última hora.
—¿Cuántos años tienes, Rita? —le pregunté el primer día.
—Cuatro —dijo con una claridad pasmosa para su edad. Pronunció cada sílaba, cada letra.
Algunos compañeros de su clase lloraban un poco al ver que no se podían ir a casa. Ella los miraba muy seria.
Sigue leyendo