Creo que nos pasa a muchos; a finales de agosto, cuando vemos que septiembre está a la vuelta de la esquina, sufrimos un reseteo interno inevitable. Es como empezar el año, pero mejor.
A mí ya no me da por crear listas de cosas que quiero hacer y que no cumpliré, ¿para qué? Mejor tener las metas claras interiorizadas y, si no se puede, no se puede. Nada de fustigarnos con esa dieta que no se completa, ese deporte que no se lleva tan a rajatabla como se esperaba y, mucho menos, nada de castigarnos con cosas como: ¡tengo mucho que leer!