Vogue Fashion’s Night Out 2012, o cuando la VFNO ya no nos gusta II parte

En el Corte Inglés de Serrano sabemos que Bobbi Brown venderá esa noche su Red Carpet una nueva barra de labios Creamy Matte Lip Color y queremos verla, y si nos gusta, comprarla. Nos dirigimos hacia el stand de la marca y nos encontramos con unas señoritas ataviadas con camisetas de Bobbi Brown charlando en grupito entre ellas, riéndose mucho con no se sabe qué e ignorando a todo el mundo que se acerca. Al final, tras unos largos minutos esperando , decidimos interrumpir tímidamente para preguntar por la barra de labios, y hasta se asustan de tener que interaccionar con clientas. Resultado: mi amiga acaba con los labios mal pintados por una de las maquilladoras (que parecía no querer pintarle las comisuras, vete tú a saber por qué) con lo que no nos queda claro si nos gusta el tono Red Carpet y huímos despavoridas, no sin antes luchar con cientos de adolescentes (muchas menores de edad) que hacen fila para pedir algún cocktel que alguna marca daba por ahí, y señoras que empujaban como si no hubiera un mañana por conseguir una muestra de perfume gratis o «lo que den en ese mostrador. Ah no, que es por compra, que no es gratis».

Serrano está inaccesible, no se puede andar por la calle, la gente se ha puesto guapísima (también hay algún que otro  esperpento que cree que la VFNO es para disfrazarse de cosa rara), pero no se puede dar un paso. Y no son ni las 9. Así que decidimos salir de Serrano y nos vamos a Claudio Coello. Queremos pasar por Dolores Promesas, y al entrar todo está muy calmado. Creo que alguien nos dijo «hola» y todo, y tienen camisetas muy bonitas, de las que se pone Sara Carbonero. Al salir de la tienda miramos nuestro «pasaporte» (sí, tenemos «pasaporte») y esto pone en la invitación a Dolores Promesas: «una noche muy especial, en la que si te pasas por nuestras tiendas, disfrutarás de un ambiente único y podrás llevarte un regalo muy especial».  Y pienso ¿y el regalo? Será que hay que pedirlo…

Como buenas fans que somos de Salvador Bachiller, decidimos llegar a Velázquez y vemos a unas chicas bailando estupendas en un escenario. Queremos entrar a mirar uno de los bolsos de nueva colección, el bolso teléfono (lo quiero – lo quería) y cuando vamos a entrar un señor nos impide el paso y nos dice que hemos de ir a hacer una cola. Ni pase de prensa ni pasaporte, nada sirve para nada. Miramos la cola y debe de haber como unas 100 personas esperando para entrar. ¿Esto es una broma? Y caemos en la cuenta de que prometen un regalo. Como si no les pareciera suficiente tener colas de más de 100 personas en la puerta no paran de twittear para que se acerque todo el mundo. ¡Pero si no podemos entrar! Y lo absurdo empieza a dibujarse.

Justo al lado de esta tienda tenemos Aveda, y como hacen peinados expres decidimos que queremos mirar un poco cómo lo hacen. No hay cola. ¡Bien! Nos acercamos un poco para ver a los estilistas y sus peinados expres y presenciamos esta escena: alguien de la organización se acerca a una señora que está en una fila, le pregunta si se quiere peinar, no escucha su respuesta y le suelta lo siguiente: «es que a las 10 cerramos la puerta para disfrutar nosotros de lo que es la fiesta». ¿Quienes son «nosotros»? ¿La propia organización? ¿Iban a echar a la gente para disfrutar ellos de la fiesta? Ya no sé si esto está pasando o es todo una pesadilla.

Entonces salimos casi sin rumbo y en Serrano llega el caos. Catenarias cubren las alfombras, la gente no cabe en las colas, los que queremos andar no podemos y llega a haber un atasco de personas que no había vivido nunca. En un momento incluso tengo un poco de miedo, no se puede ir hacia alante ni hacia atrás, mi amiga y yo vamos de la mano, y no podemos salir. ¿Esto es una fiesta? ¿Esto es una noche alegre? Y no voy a continuar con el resto de lo que vivimos, porque creo que ya se intuye la noche de forma clara.

Bueno sí, tengo que decir que pasamos un rato maravilloso en Vintage by López Linares y su vintage dream, una noche temática en la que nos probamos sombreros de los años 40, nos hicimos fotos y nos pudimos maquillar. Sin esperas, sin prisas, con María y su madre como anfitrionas, que son encantadoras, con una organización impecable y que, desde luego, nos hizo salir un poco del estres de la VFNO.

La VFNO se ha convertido en un show nada glamouroso, demasiado  friki (en el mal sentido de la palabra, ojo) , un show en el que el objetivo no tiene nada que ver con pasarlo bien, salir a la calle con ropa bonita y tal vez comprar, sino ir a la caza de un regalo absurdo, posar en algún photocall con un modelito, o buscar famosos que se expongan como monillos de feria. Señores de Condé Nast, nos vemos cuando hagan algo que merezca la pena y esté organizado con un mínimo sentido común.

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